lunes, 2 de abril de 2012

Ricardo Franco Vicario

-Es jefe del servicio de Medicina interna del hospital de Basurto.

-Profesor titular de la facultad de medicina y Odontología de la UPV/EHU y secretario general de la Academia de ciencias medicas de Bilbao.

-Cofundador de la ONG Medicos del Mundo y miembro de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País.

-Txistulari y Dantzari (director de varios grupos), actor de teatro aficionado (Producciones Solidarias Lizarralde y Compañía)







Nacido en la casa en cuyos muros se recuesta en la foto. Trokabidea y la zona del Dike fueron los primeros lugares de la niñez del doctor Ricardo Franco Vicario.



En un hermoso escrito (mi paraíso perdido) nos muestra sus recuerdos de Olabeaga en aquella época, en la que seguro que muchos noruegos se sienten identificados.








MI PARAÍSO PERDIDO

Cualquier repaso autobiográfico nos remite a esa felicidad idealizada, forzosamente nostálgica y arcádica -como la novela pastoril de Jacobo Sannazaro-de nuestra infancia.


Mi vida comenzó no en el centro del Peloponeso -que tampoco me hubiese importado--, sino en uno de nuestros barrios bilbaínos ribereños, Olabeaga, que el destino y sesudos urbanistas han decidido incorporar al proceso de transformación y mejora de la metrópoli.


Olabeaga era, entonces, una gran familia donde, como señaló Francisco Umbral respecto a las villas de antaño: La gente estaba habitada por la gente.


Gentes como Loreto las Heras Amézaga -de la tienda de ultramarinos-, nonagenaria, recién fallecida, que no dejaba que ningún niño saliese de su establecimiento sin algo que


llevarse a la boca. Cuentan las crónicas que una hermana suya, a quién llamaban "la niña", fue testigo durante la guerra civil (1936) de un tiroteo en las proximidades de la Santa Casa de Misericordia; otra mujer que presenció el suceso, apodada "la dientes de oro", huyó a México y a la hermana de Loreto la calzaron el sambenito y con once añitos la recluyeron en la prisión de Saturraran.



Había personajes curiosos como Pedro "el Chingao", que tenía un bar en el camino de la Ventosa, que luego traspasó a Dª Feliciana; Crispín el carnicero; el electricista Miguel Peña, cuñado de Sabino Sardón, "Barullo", que nunca dejó de avisarme cuando alguien del barrio ingresaba en el Hospital de Basurto; el practicante Carmelo Basarte y su hermana Rosalía, nuestra niñera, que nos contaba historias fantásticas y surrealistas y que estaba enamorada platónicamente de nuestro primer lehendakari José Antonio Aguirre; Juan el barbero...; familias noruegas de toda la vida: los Galarza, Goikoetxea, Acha, Santa María, Gurrea, Etxeberria (Emilio), etc....



Los críos íbamos a la escuela pública donde las maestras Dª Nati y Dª Begoña, con un cariño extraordinario y una paciencia infinita, nos enseñaban y nos educaban -emulando la loa del estudio de Bertolt Brecht-, como si estuviésemos llamados a ser dirigentes, estatus que algunos de los entonces chavales consiguieron.



Nuestro universo era muy reducido: el barrio siempre sombrío, atravesado longitudinalmente por las vías del tren, con sus huertas y algún caserío. La ría era el horizonte que nosotros veíamos mejor que nadie desde esa atalaya que era el cargadero de mineral, un icono del barrio construido por mi abuelo, que desapareció a finales de la década de los setenta, en la debacle que culminó con el desmantelamiento industrial.



Noruegos y ribereños de Deusto éramos vecinos frente a frente. Cruzábamos de un lado a otro en los "gasolinos", manteniendo una cordial rivalidad que, como señala la periodista Yolanda Veiga, quedó grabada en numerosos cantares de los lugareños de ambos barrios.


Como en Biotz-Begietan de Blas de Otero, nuestro cielo era un paraguas o el choto/txano de la gabardina porque llovía mucho:



Llueve en Bilbao y llueve llueve llueve


livianamente, emborronando el aire, las oscuras fachadas


.../... mansamente llueve



Ir a Bilbao era una auténtica excursión que casi siempre realizábamos en el tren del ferrocarril de Portugalete que nos dejaba en el Puente del Arenal.


Salir del barrio era convertirse en el Hombre sin atributos de Robert Musil, en el hombre/nadie de la gran ciudad, en él a solas, soy alguien, / en la calle nadie, de Gabriel Celaya.


Tenía yo siete años cuando los Franco Vicario nos tra


sladamos a vivir a Bilbao, a la calle Alameda de Recalde nº 43. Nuestro paisaje cotidiano cambió radicalmente: la Plaza de Arriquibar, La Alhóndiga y el colegio de Santiago Apóstol.


Tuvimos que hacer el duelo, escapar de la agonía de lo que se pierde, de la tiranía del tiempo..., y como reflexiona Bernardo Atxaga en un delicioso artículo titulado Adán tiene gripe (GranBilbao. El habitante, 1998), que me invitó a leer el llorado Javier Urquijo, aceptar que la vida es también lo que nos encontramos después de haber salido de aquel paraíso, Olabeaga, que mi alma tierna y niña grabó a fuego en su memoria.



Ricardo Franco Vicario.









¿ Que añora del Bilbao antiguo?


Las meriendas en casa de mis abuelos, a los que visitaba después de las clases de txistu. Iba, tocaba y me llevaba una buena propina. Se ha perdido aquella familiaridad de una ciudad pequeña donde todo se compartía, desde los regalos de Reyes hasta aquel queso que cortábamos con hilo bala.






¿Cual es el primer recuerdo que le viene de la villa?


El jardín de mi casa de Olabeaga la higuera, el cargadero de mineral y el chirrío de las bisagras de la cerca. Ahí jugué a Peter Pan.

Describa su paseo predilecto


Elcano hasta Alameda Mazarredo, cruzar por Calatrava y el Campo Volantín, Ayuntamiento, Sendeja y vuelta por el puente del Arenal. A veces giro hacia el otro lado y voy por Olabeaga hasta Zorroza. E incluso hay días que cojo la Suzuki Bang Bang y subo a Artxanda.

Como recuerda sus primeros recuerdos


Muy feliz y muy libre. Nuestro parque era la Misericordia y siempre estábamos en la calle, con gran susto de los padres. Éramos noruegos, lo que significaba que jugábamos entre la ría y las vías del tren, dos peligros extremos. Creo que existe un ángel de la guarda de Olabeaga.

¿Se va uno del barrio?


Para siempre, nunca. Mantienes contactos con las familias de toda la vida, te interesas por el barrio cuando llega alguien al hospital, lo visitas de vez en cuando.


extractos entrevista Deia





4 comentarios:

Anónimo dijo...

me gusta por que cuenta historias que yo he oidi de boca de mi madre.
el chingao2 etc. yo tambien naci en olabeaga y despues fui al centro.
hoy he vuelto al barrio y se remueve el alma. saludos de un noruego

ICELOU2 dijo...

Gran persona.Medico impecable.Gran profesional.Unico.

Anónimo dijo...

Uno de los mejores, si no el mejor. Humano, hombre de ciencia y artista. No hay quien de mas.-

Anónimo dijo...

A 300 euros la consulta para no resolver nada.